Carta al fundamentalista Imbécil - Javier Navarro Marin - Marketing Córdoba / Lucena / Puente Genil
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Carta al fundamentalista Imbécil

Carta al fundamentalista Imbécil

Carta al fundamentalista Imbécil

Ahora que caigo… el título es redundante, un fundamentalista por definición es un señor que dice que las cosas son o se hacen como él dice, porque sí y punto… Así que ese señor o es imbécil, y peligroso, o cree que los imbéciles somos los demás y eso es aún más peligroso.

Pero no nos imaginemos siempre al fundamentalista estándar debajo de un turbante, con una chilaba sobre los hombros y un kalashnikov en la mano, que a esos ya los conocemos y están más o menos bien ubicados; por aquí, en nuestra sociedad tan occidental y avanzada ella, también tenemos; los tenemos frente a un micrófono, una cámara o un teclado de ordenador, soltando misiles dialécticos al enemigo, haga lo que haga y alabanzas y parabienes a sus afines, digan lo que digan; también los hay detrás de un crucifijo o enfrente de él, esgrimiendo las razones de sus creencias para obligar al resto del mundo a cumplir sus normas, las entendamos o no, sin más explicación que la de: «es que lo pone aquí», curiosamente en estos casos, los del bando de enfrente usan unas razones sorprendentemente parecidas para atacarlos… va a ser verdad eso de que los extremos se terminan pareciendo…

 

Por suerte o por desgracia, fundamentalista e imbécil son adjetivos que no entienden de géneros y en ambos los hay, dentro de la parte de la población que se puede poner falda sin estar en carnaval o venir de Escocia, las hay que pierden la razón, si alguna vez la tuvieron, nada más empezar a usar precisamente esa falda, a la vez como culpa de todos sus males y única arma arrojadiza.

 

Somos incapaces de reconocer un mérito en el de enfrente aunque en ello nos vaya la vida Clic para tuitear

 

Pero nos dejamos un par de sectores en los que los fundamentalistas crecen por debajo de las piedras: los que enarbolan la bandera, bufanda y demás aditamentos con sus colores y vitorean los nombres de ídolos, que por supuesto estoy seguro de que los despreciarían de buena gana por separado, pero que se prestan a agradecer las muestras de cariño de la masa enfervorizada, siempre y cuando vengan acompañadas de una obscena cantidad de ceros en su cuenta bancaria o un número parecido de papelitos en una urna. Sí, me refiero obviamente al fútbol y la política. Porque o eres de los de azul y grana o de los blancos… Eres de los de la flor o de los del pajarito… Y si no eres de los míos… tiembla, porque eres mi enemigo a batir.

 

Nos estamos convirtiendo en talibanes, ¿no creen? Somos incapaces de reconocer un mérito en el de enfrente aunque en ello nos vaya la vida. No digo los políticos profesionales que a ellos si les va la vida, la política al menos. Digo a los demás, que hay encarnizadas batallas por llevar la razón. Porque en la religión, los talibanes suelen ser los que mandan y toman decisiones, en la política o el fútbol los talibanes no gobiernan, que los que toman decisiones saben perfectamente el motivo real por el que las toman, los fundamentalistas en este caso, son los que creen, apoyan y hasta argumentan la decisión de turno, que eso sí que es difícil.

 

Mi padre siempre me ha dicho: «a mí no me gusta la política, yo sólo quiero a alguien que organice bien organizado»… Ninguna objeción papá, pero siento decirte que eso no va a pasar nunca, porque no me imagino a uno de los chicos de rojo reconociéndole algún mérito a los chicos de azul o viceversa. ¿A que ustedes tampoco?

 

Ahora, que hay diferencias entre ambos sectores, no se vayan a creer… Porque tiene narices que hasta en los momentos más tensos, uno de los sectores sea capaz de reconocer una buena jugada del contrario y los otros… jamás vean un buen partido que no sea el suyo…

 

 (publicada en prensa y radio: 2011)

(Pincha arriba si te apetece oírla… Pero no me hago responsable)

Comentario anexo:

Esta es de esas columnas en las que se nota que esas cosas del bipartidistmo son «cosas del pasado»… Ahora a los chicos de blanco y los de azul y grana, habría que sumarles los de rojo y los de rayas… o el que toque ahora. Porque en «los otros partidos» ya tenemos más claros los colores que toca añadir ahora al arcoiris bicolor del fundamentalismo ¿¿verdad?

 

Gracias por leerme!

Javier Navarro Marin

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