Un Árbol, un Libro y un Niño - Javier Navarro Marin - Marketing Córdoba / Lucena / Puente Genil
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Un Árbol, un Libro y un Niño

Un Árbol, un Libro y un Niño

Un Árbol, un Libro y un Niño

 

Cuando uno va cumpliendo años… y el que les habla cumplió hace poco más de los que quiere reconocer… y aparenta más de los que tiene (que no vean puñetera gracia que hace) y… bueno, que uno se da cuenta que eso de cumplir años no es buena cosa… sólo sienta peor dejar de cumplirlos; sobre todo por los inapropiados daños colaterales de carácter permanente que eso conlleva.

Como les decía: cuando tienes ya una edad en la que al preguntarte por una dirección en la calle, ya te han llamado de usted unas cuantas veces (que mira que sienta mal) y no sólo has cambiado de dígito sino que te vas consolidando en él. Toca asumir que ya no eres una joven promesa, porque «chiquitín», entre tú y yo: te prometo que si Almodóvar o Bill Gates no han venido a descubrirte ya, es muy posible que estés tan hondo que ya no te encuentren.

Cuando tienes edad para acordarte del mundial de Naranjito y del de Iniesta, las juergas ya no son una necesidad… son un mal ejemplo Clic para tuitear

Hay que asumirlo: cuando tienes edad para acordarte (aunque sea vagamente) del mundial de Naranjito y del de Iniesta, aunque no te guste el fútbol… cuando vas teniendo esa edad… amigo mío, te guste o no: toca empezar a tomar decisiones, que las juergas ya no son una necesidad… son un mal ejemplo.

Y un día, no sabes muy bien a santo de qué, alguien muy bien intencionado, pero tan inoportuno como un compañero de ascensor con gases, va y te regala uno de esos maravillosos templos del saber de bolsillo, que contiene todas las respuestas a preguntas que hasta ese momento no te habías hecho, pero que a partir de leerlas no te quitas de la cabeza… No sé cómo pueden dormir por las noches los escritores de libros de autoayuda, con lo que les tienen que pitar los oídos.

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No sé a ustedes, si han tenido la desgracia de que les caiga en las manos uno de esos recetarios para la felicidad que venden por 14,95 en menos de 200 páginas, pero a mí sólo me enseñó algo sobre la etimología y el significado real de las palabras: a veces sólo hay que leer con detenimiento para entenderlo todo… y es que como dice su propia denominación: un libro de «auto-ayuda», sólo sirve para «ayudar» al «autor» a pagar su hipoteca… o a que no le haga falta tenerla, pero nunca a pagar la tuya.

Bueno, pero eso lo digo ahora, que ya se me ha pasado la fiebre de «autoayudarme» colaborando en el engorde de las cuentas bancarias de autores y editores de esta calaña. En ese momento estaba yo de un obediente a lo que decía mi librito de marras… Que muy metafísico y muy «new age» él, no hacía más que repetir la fórmula de la autosatisfacción más famosa del mundo: bueno, no que ya les veo venir otra vez, más bien la otra, la segunda más famosa, no en la que están pensando. Esa fórmula que dice que realizarse en la vida sólo requiere tres pequeñas cosas: un tipo al que todos conocemos diría que: «una pequeña mansión, un pequeño yate, una pequeña fortuna…» pero resultó que el escritor de mi libro de autoayuda no había leído a mi «tío» Groucho. Así que el señor que ya va por la septuagésimo… por la setent… bueno, por más ediciones de las que una persona ordinaria sabe decir en ordinales, ¿vale? Pues a este señor tan editado sólo se le ocurría hablarme de un libro, un árbol y un niño.

Yo que cuando me pongo soy muy obediente, aunque un tanto desmemoriado, allá que me fui, lo recuerdo casi como una de esas películas de cine mudo, mírenme: navaja en mano (que para libro ya tenía el del tipo este) tatuando mi nombre, como señal de propiedad en el tronco más viejo del parque en el que suelo correr… y luego buscando como un loco para cumplir la tercena misión encomendada y… esperen un segundo, que ya tenía el abono, la pala y el hueco para plantarlo…
¡Ah! Ya sabía yo que se me olvidaba algo, vuelvo enseguida, que voy a buscar un niño.

 

 

 (publicada en prensa y radio: 2012)

 

Comentario anexo:

Y que años después las cosas sigan igual… O evolucionando en la dirección contraria a la esperada… O sin idea de para dónde va… Pero aún así, merece la pena

Gracias por leerme!

Javier Navarro Marin

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